Reflexión dominical
25.03.12
EL PODER DE UN GRANO
Un hombre tenía hambre.
Pensó: ¡Los cocino y me los como!
Pero tenía una chacra sin sembrar y pensó que si mortificaba un poco y trabajaba, en vez de un puñado cosecharía un costalillo.
Pero tenía una chacra sin sembrar y pensó que si mortificaba un poco y trabajaba, en vez de un puñado cosecharía un costalillo.
Cuando lo cosechó pensó:
¿Y si los vuelvo a sembrar en vez de comerlos?
Repitió la experiencia
varias veces y a los cinco años alquiló el campo del vecino para sembrar más...
¡No hagas caso! ¡Es un
cuento!
El Evangelio de hoy es
impresionante.
Jesús era Dios y podía
seguir viviendo y haciendo milagros y ganando fama y ser un rey más poderoso
que todos los que tuvo y soñó Israel.
Pero pensó: Si no me
siembro me quedaré solo.
No servirá mi vida para
estos pobres hombres que necesitan que “uno se sacrifique por todos”, según el
plan del Padre.
Y no sólo lo pensó, sino
que lo dijo en voz alta como para comprometerse más ante la multitud de
extranjeros que habían venido a la fiesta, incluidos los griegos que venían
preguntando por Él:
“Os aseguro que si el
grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere da
mucho fruto”.
Y luego invitó a todos los
que quieran seguirle para que lo imiten y hagan lo mismo y la siembra se
multiplique en todos los campos.
(¡Es importante pensarlo!)
Para cosechar hay que
imitar a Jesús, dar la vida como Él y seguirlo hasta gozar la recompensa del
Padre.
No fue fácil para Jesús
aceptar el “entierro” en un surco, en plena juventud.
Su alma se estremeció
hasta el punto que muchos autores enseñan que ese momento de la vida da Jesús
corresponde a una forma concreta que empleó San Juan para narrar la oración del
huerto, la agonía, de que hablan los sinópticos (agonía significa lucha).
Jesús se estremeció:
“Ahora mi alma está
agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido,
para esta hora. Padre, glorifica tu nombre”.
Y el Padre corresponde y
lo fortalece:
“Lo he glorificado y
volveré a glorificarlo”.
Cuando Jesús se siembre en
el Calvario, toda la humanidad se volcará en Él…
¡Y el trigo se multiplicó!
Y se hizo Eucaristía y
todos lo comemos, porque todos tenemos hambre de Dios…
Ese Dios cercano que es
Jesús Eucaristía.
“Cristo, en los días de su
vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que
podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado.
Él, a pesar de ser Hijo,
aprendió, sufriendo, a obedecer”.
Así, y gracias a su
entrega, Jesucristo se ha convertido para todos en autor de nuestra salvación.
Toda esta novedad es la
que anunció el profeta Jeremías en la primera lectura de hoy.
Cristo con su muerte y su
sangre entregada, iniciará una “Nueva Alianza que traerá la felicidad
definitiva para todos y que cada día recordamos en el momento de la
consagración del vino.
Después de meditar tanta
entrega y tanto don, por parte de Jesús nos sale de lo más íntimo de nuestro
ser el salmo responsorial de hoy:
“Oh Dios, crea en mí un
corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme… devuélveme la alegría de
su salvación”.
José Ignacio
Alemany Grau, obispo
No hay comentarios:
Publicar un comentario